El espejismo del boom inicial: cuando el pánico se disfrazó de Black Friday
Marzo de 2025 fue como ver a la gente corriendo a comprar papel higiénico durante la pandemia, pero con coches de 40.000 dólares. Los concesionarios vivieron su particular "fiebre del oro" cuando Trump confirmó que los aranceles del 25% a vehículos importados entrarían en vigor el 3 de abril. La familia Nay, de Ohio, no fue la única que decidió adelantar la compra de su Honda CR-V: "el concesionario estaba abarrotado", contaban mientras firmaban los papeles de su nueva adquisición.
Las ventas de la última semana de marzo alcanzaron niveles no vistos en cuatro años. Era el típico comportamiento de manada: unos corriendo a comprar antes del tarifazo, otros agazapados esperando a ver qué pasaba. Lo curioso es que muchos prefirieron invertir en reparar su viejo cacharro antes que enfrentarse a la incertidumbre. Un mecánico de Detroit contaba entre risas: "Nunca había visto tanta gente pidiendo que les arreglara coches con 200.000 millas".
La calma chicha tras la tormenta (o por qué los precios no explotaron... todavía)
Aquí viene lo interesante: contra todo pronóstico apocalíptico, los precios apenas se movieron en los primeros meses. En mayo, incluso bajaron un 0,2% respecto a abril, según Edmunds. ¿La razón? Los concesionarios habían hecho acopio de coches como si se acabara el mundo, importando masivamente antes del 3 de abril. Con inventario para 70 días de venta (más de lo habitual), no había prisa por subir precios.
Pero no nos engañemos. Las automotrices están jugando al póker con cara seria: absorbiendo parte del coste para no espantar clientes ni cabrear a la Casa Blanca. Como dijo un analista de Cox Automotive: "La primera marca que suba precios claramente será el conejillo de indias". Nadie quiere parpadear primero en este duelo del Oeste automotriz.
Los trucos contables del sector
Las marcas han sido más creativas que un niño inventando excusas para no ir al cole. En lugar de subir el precio de catálogo, están reduciendo descuentos y añadiendo misteriosas "tarifas de gestión" que aparecen mágicamente al firmar. Es como cuando el restaurante te cobra el cubierto: el plato cuesta lo mismo, pero pagas más.
RIP coches baratos: la extinción del utilitario asequible
Si buscas un coche nuevo por menos de 30.000 dólares, tengo malas noticias: están desapareciendo más rápido que los glaciares. En 2019, estos modelos representaban el 38% de las ventas. Hoy, apenas llegan al 13,6%. ¿El problema? El 92% de estos coches económicos se fabrican fuera de EE.UU., así que el arancel del 25% los golpea de lleno.
Solo el Honda Civic y el Toyota Corolla sobreviven en territorio estadounidense dentro del segmento asequible. El resto –desde el Hyundai Elantra hasta el Nissan Sentra– vienen de México o Asia, convirtiendo el sueño del coche barato en una pesadilla de 48.000 dólares de media (el precio actual de un vehículo nuevo en EE.UU.).
El juego de las marcas: ganadores y perdedores del casino arancelario
En este nuevo orden mundial automotriz, hay claros ganadores y perdedores:
Los que ríen (por ahora)
- Tesla: El que fuera amiguito de Trump, Elon Musk, tiene la sartén por el mango. Aunque no está totalmente blindado ("los aranceles afectarán las piezas de Tesla que vienen de otros países", tuiteó), su producción doméstica lo protege mejor que a otros, aunque el fin de subvenciones a los eléctricos le hará daño.
- Ford y GM: Con el 80% de producción local, pueden presumir de su patriotismo industrial mientras ven a la competencia sudar.
- Toyota y Honda: Los japoneses, siempre previsores, mantienen inventarios de apenas 30-45 días y buena parte de producción local.
Los que lloran (mucho)
- Jaguar: Con más del doble de inventario que la media y toda su gama importada, están más atascados que el Canal de Suez.
- Ferrari: Ya anunció subidas del 10% en algunos modelos. Cuando un coche de 300.000 dólares sube 30.000 más, sabes que algo va mal (aunque sus compradores probablemente ni lo noten).
- Marcas europeas en general: Audi con 126 días de stock, VW con 100... están acumulando coches como si fueran cromos.
Maniobras desesperadas: cuando Nissan y Honda se hacen amiguitos
La desesperación hace extraños compañeros de cama. Nissan estaría fabricando pick-ups para Honda en su planta de Mississippi, actualmente más vacía que una discoteca un lunes. Honda consigue camionetas "made in USA", Nissan llena su fábrica, y Trump puede decir que su plan funciona. Win-win-win, ¿no?
Incluso se habla de meter a Mitsubishi en el ajo, convirtiendo esa planta en el políglota industrial del sur. Mientras tanto, VW está "evaluando internamente el impacto potencial" (traducción: en pánico total) y Mercedes-Benz jura que no subirá precios... por ahora.
El futuro inmediato: prepárate para el dolor
Los expertos coinciden: esto es la calma antes de la tormenta. Goldman Sachs estima que los precios podrían subir entre 5.000 y 15.000 dólares por vehículo. AlixPartners calcula que se venderán un millón de coches menos en tres años. Para un mercado de 15 millones anuales, es como quitarle una rueda al coche.
El inventario pre-arancel se está agotando. Los modelos 2026 que lleguen en otoño vendrán con el impuesto Trump incorporado. Y entonces sí que veremos si el americano medio puede permitirse cambiar de coche o tendrá que seguir parcheando su vieja chatarra.
¿Qué hacer si necesitas coche?
CNN se lo preguntaba en junio: "¿Es ahora el momento de comprar?". La respuesta corta: probablemente sí, si puedes. Los concesionarios todavía tienen stock antiguo, los precios están contenidos artificialmente y las financiaciones siguen siendo decentes (aunque con tipos del 9,64% para nuevos y 15% para usados, "decente" es relativo).
La alternativa es esperar a que Trump cambie de opinión (ja), que las marcas trasladen toda la producción a EE.UU. (doble ja), o resignarte a pagar miles de dólares extra por el mismo coche dentro de unos meses.
La ironía final: Making America Expensive Again
Trump prometió en el Despacho Oval que los precios bajarían porque las empresas vendrían a fabricar a América. La realidad es que fabricar todo en EE.UU. saldría mucho más caro, como admiten hasta los expertos más optimistas. El sueño de recuperar todos los empleos industriales choca con la dura realidad de los costes laborales y las cadenas de suministro globales.
Mientras tanto, el coche asequible se convierte en pieza de museo, las familias trabajadoras miran con nostalgia los precios de 2019, y los concesionarios hacen malabares para no ser los primeros en subir precios. Los únicos ganadores claros son los mecánicos, que nunca habían tenido tanto trabajo arreglando coches viejos, y tal vez Elon Musk, que puede permitirse sonreír mientras todos los demás sudan.
Como dijo un vendedor de coches en Michigan: "Antes vendíamos el sueño americano sobre ruedas. Ahora vendemos la pesadilla americana con intereses al 15%". Y eso, amigos, es el verdadero legado de los aranceles del 25%: convertir la movilidad básica en un lujo que cada vez menos pueden permitirse.