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HISTORIA DEL MOTOR

Porsche 928, el último verdadero Gran Turismo de la marca alemana

El 928 fue el primer y último Gran Tourer de la marca alemana, presentado en 1977, permaneció en el mercado hasta casi dos décadas después.

Sergio J. Cabrera

09 febrero 2016 20:37

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Porsche 928, el último verdadero Gran Turismo de la marca alemana

La gama actual de Porsche casi hace olvidar el verdadero pasado de la marca, que durante décadas fue exclusivamente un fabricante de deportivos y responsable de algunos de los deportivos de competición más exitosos del planeta. A lo largo de esos años, no fueron demasiadas las líneas de modelos que dispuso la marca, siempre en combinación con la gama 911, a la que nunca pudieron eclipsar.

Uno de estos modelos fue el ya casi olvidado 928, un perfecto ejemplo de Gran Tourer que curiosamente nacía con la equivocada intención de sustituir al entonces considerado desfasado 911. Del que se pensaba en la década de los setenta, erróneamente, que ya no tenía más evolución posible.

Pensando sobre todo en los grandes mercados occidentales como el de Estados Unidos, los ingenieros de Porsche se plantearon un gran deportivo que tras estudiar muchas posibilidades, incluidas las mecánicas centrales o incluso un V10 propuesto por el mismísimo Ferdinand Piech, finalmente llegaba al mercado en 1977 con un gran motor V8 delantero y un lujoso habitáculo en configuración 2+2 revestido con una estética absolutamente rompedora.

Porsche 928, el último verdadero Gran Turismo de la marca alemana

El concepto era sencillo, un auténtico GT con el que combatir en un segmento que en ese momento comenzaba a distinguir a los GTs tradicionales, como Jaguar o Aston Martin, de la última hornada de deportivos de motor central, como los Ferrari 308 o Maserati Bora. Entre los que un deportivo con el planteamiento técnico todo atrás como el 911 resultaba toda una rareza. Por lo un esquema más tradicional permitiría mayor margen de movimiento al departamento de desarrollo de la marca alemana.

Y aunque la historia ha demostrado que un producto como el 911 no solo no era un error, sino que es el mayor acierto de la firma de Stuttgart, eso no resta importancia a un modelo como el 928, que si bien no encajó para los puristas de la marca como el nueve once, no dejaba de ser un gran modelo del segmento deportivo. De hecho, dispone del honor de ser el único deportivo en haber recibido el título de Coche del año en Europa, en la edición de 1978.

Diseño

Cuando fue presentado en 1977, el 928 disponía de un motor de ocho cilindros en V de gran cilindrada, 4.5 litros, situado de manera delantera longitudinal mientras que la transmisión era montada en disposición transaxle en el eje trasero, lo que permitía que el modelo germano pudiera presumir de un inmejorable reparto de pesos del 50 / 50 delante / detrás. La primera generación arrojaba en la báscula un peso ligeramente inferior a los 1.500 kilos.

Porsche 928, el último verdadero Gran Turismo de la marca alemana

Inicialmente disponía de 240 caballos, en las unidades comercializadas en el continente europeo, y estaba disponible tanto con transmisión manual como automática. Tanto su particular estática como su comportamiento fue largamente alabado por los medios como por los clientes y se convirtió rápidamente en el estandarte del catálogo de la marca alemana, conjuntamente con el Porsche 911 Turbo 3.0 litros de primera generación.

Su estética y sobre todo, el diseño de su zaga y sus faros delanteros abatibles a la inversa fueron los rasgos más característicos, prácticamente únicos, del 928 durante toda su vida comercial. Decididamente largo, su inmenso capó delantero contrasta con las redondeces de la zaga, que en ese momento simplemente no se parecía a nada que hubiera en el mercado. De hecho, estuvo en producción desde 1977 hasta 1995 sin cambios drásticos, tan solo fueron modificados los paragolpes y ópticas traseras. De resto, todas las generaciones y versiones del 928 son similares.

Diseñado pensando en la ligereza del conjunto, determinados elementos fueron fabricados en aluminio, como el capó, las puertas o los guardabarros delanteros. Además, dispuso de innovaciones como el Eje Weissach, un sistema mecánico que actuaba sobre el eje trasero, proporcionando un poco de dirección también a estas ruedas. Otro detalle curioso es que su tablero de instrumentos se movía de manera solidaria al ajuste del volante, algo inusual en la época.

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